Entrevista a Carlos Ruiz Villasuso

¿Por qué México, por qué el narcotráfico?, ¿porque está de moda en las series de televisión?

Llevo más de 25 años viajando a México y siempre me impresionó la capacidad del mexicano para sobrevivir en medio de una histeria. La del llanto por sus muertos y la de la fidelidad hacia la vida. El contraste en la careta de drama griego por sus muertos y la de sonrisa frente a la vida. México es un país joven al que aún le duelen los huesos al crecer. Es, si se me permite, una Revolución inacabada desde los galopes de Villa y Zapata. Un país casi adolescente, con una reforma política y social no terminada, es pasto fácil para la violencia del narco. Máxime si encima, un encima de más de 3.000 kilómetros de frontera, está Estados Unidos. El país líder en consumo de droga. Demasiada realidad a disposición de los ojos para acallar el deseo de escribir una novela sobre todo esto. Y sólo se puede escribir en mexicano con alma mexicana. Y creo que la tengo porque hice méritos. 

Una novela anti Estados Unidos. Lo califica de país “yonki”.

Estados Unidos es un país yonki, no porque lo diga Narcohisteria, sino porque un país con 70.000 muertos anuales de sobredosis, casi 200 al día, lo es. Los últimos seis presidentes de Estados Unidos, en sus discursos de toma de posesión, han mencionado este problema de “salud nacional”. Esta es la teoría y la realidad que revela Narcohisteria, que va mucho más allá de las parvularias series de televisión de Netflix. Estados Unidos gastó entre 2002 y 2017 unos 8.700 millones de dólares en “salud nacional”, luchar contra el narco. Ya. Pero en esos años, ocupando Afganistán, la producción de heroína pasó de la siembra de 31.000 hectáreas a 328.000. Y casi toda esta producción se convierte en fentanilo que trasiega desde México hacia Estados Unidos. 

Despliega una teoría sobre la incompatibilidad de la “salud nacional” frente a la obsesión de Estados Unidos por su “seguridad nacional”. La incompatibilidad casi entre CIA y DEA.

El coste del trabajo de la DEA (agencia antidroga de EE.UU.) se contabiliza en miles de millones, incluido su trabajo en México. Hay un interés en la “salud nacional”. Cierto. Pero la inversión de ese Gobierno en “seguridad nacional” desde la creación de la CIA en 1947 es muchísimo mayor. Nadie niega que la CIA participó en la formación de cada dictadura en Suramérica. ¿Qué era Noriega sino un dictador, además de agente de la CIA y narcotraficante? Por no hablar del caso “Irán Contra” o del propio asesinato de Kiki Camarena, agente de la DEA. La novela habla de todo ello y en cada gramo de coca, en cada dólar, aparece la sombra de la CIA. ¿Participó la CIA en la muerte de Camarena? Agentes aún vivos de la CIA y de la DEA dicen que sí. 

¿Una nueva teoría de la conspiración?

No es una teoría de la conspiración. Es un trabajo de cinco años sobre el terreno. Conviviendo con “buenos” y “malos”, políticos, narcos, policías, ejército. Fuera caretas, eso es lo que dice Narcohisteria. No se pude vender aún la idea de droga igual a mariguana igual a muerte. Por favor, eso es la Atapuerca de lo narco. Mira, la idea de la mariguana asolando Estados Unidos desde México es algo casi bucólico. Los cárteles del narco mexicano, desde la llamada Federación de Guadalajara con Félix Gallardo, vieron que el negocio no era el trasiego ilegal de maría o mota, sino el uso de los conductos del trasiego, primero para la cocaína colombiana y luego con los productos derivados de la heroína. Usar la vías de entrada de la mota con productos que multiplicaron por cien mil el negocio. 

O sea que el narcotráfico y la violencia es un asunto que supera una geolocalización “mexicana”.

El negocio del narco mundial mueve 380 billones de dólares al año. ¿Alguien cree que eso es cosa de narcos rudos y estúpidos? Hay dinero para corromper gobiernos, policías, y lo que sea necesario. El negocio del narco es tan grande que se mueve como una empresa transnacional implicando a gobiernos. Sí. Gobiernos de México y de Estados Unidos, claro. ¿Violencia en México? El trasiego de armas desde EE.UU. hacia México es de casi 300.000 al año. ¿Sabe el común de los lectores que hay más puntos de venta de armas que la suma de McDonald’s, Starbucks e hipermercados juntos en EEUU? Narcohisteria narra esta histeria que es historia, realidad. 

¿Estamos ante una novela documental?

No, porque tengo una tendencia casi obsesiva hacia lo literario. La novela tiene un trabajo periodístico grande. Pero su narrativa tiende a la literatura. Aspira a ella en cada página a pesar de que se vende mejor una lectura más simple. Pero esta no es una novela de narcos, es, lo digo sin reparo, una obra literaria sobre el narco. Es un cosmos real narrado a veces desde una especie de realismo mágico en el que nada es impostado. Un sinaloense habla como tal, un chilango como chilango. El sonido, el olor, el paisaje, está tratado a través de Rulfo, Siqueiros, Frida, Fuentes…, que llegan a ser personajes de la novela en un abrazo a la cultura mexicana. Y el toque español, claro, policial, cultural… es un cante de ida y vuelta literario. Es la vida hecha literatura desde la realidad. He cambiado nombres por pudor y seguridad, pero cada bala y cada muerte es tan cierta como la tumba o el desaparecido que llegó como consecuencia.